Por: Jacobo Ocampo
Valencia
Hola me
llamo Jesús y os voy a contar mi historia, todo comienza cuando tenía 9 años,
yo estaba jugando con mis amigos un día
normal en el parque y de repente me desmayé, cuando me desperté estaba en el
hospital, en una habitación blanca totalmente con un sofá y la cama donde yo
estaba acostado, en el fondo de esa habitación estaban el médico y mi madre
hablando sobre algo llamado diabetes, yo
pensaba que eso era un catarro fuerte, cuando ya estaba bien despierto llame a
mi madre, ella vino corriendo y me dio un fuerte abrazo, creo que nunca me
había dado uno igual.
Esa misma
tarde me dieron el alta médica, nos despedimos de los médicos y nos fuimos a
casa, una cosa que me impresiono fue que mi madre no me llevara a tomar un
helado después de irnos del hospital ya que siempre que yo me caía o me hacía
daño lo hacíamos.
Con los años
fui descubriendo que no podía volver a comer dulces, eso fue un gran cambio
para mi, también lo fue no quedar casi con mis amigos para prevenir, yo pasé
de comer un trozo de tarta en los
cumpleaños a no comer nada y a tener que vigilar todos los alimentos que
ingería, a todo esto me acostumbré, pero lo que más me costó acostumbrarme fue
a aprender a aplicarme la insulina, porque como cualquier niño, a mi me daban
miedo las agujas pero ahora ya lo veo parte de mi vida, llevar siempre ese
pequeño maletín azul donde llevo todo lo necesario para poder sobrevivir.
Una de las
anécdotas que más recuerdo es un día en clase y le pedí a mi profesora si podía
ir al baño y ella me dijo que no, ella estaba ajena a mi situación, entonces se
lo volví a preguntar pero añadiendo que era urgente y ella me respondió que no
me iba a morir por no ir y yo le respondí que como no fuera eso era lo más
posible pero ella no se lo creyó.
Yo también
tengo que agradecer a mi madre por este gran esfuerzo que ha hecho todo este
tiempo comprándome mis medicamentos y preocupándose por mí como cualquier madre
hubiera hecho, también tengo que agradecer a mis amigos por comprender mi
enfermedad y no comer cosas que para mi eran imposibles ingerirlas. Gracias a
todos por la ayuda prestada pero desde la cama del hospital tuve claro que esta
enfermedad iba a durar toda la vida y me iba a acompañar hasta el día de mi
muerte, que coincidió con el día en que un niño pidió ir al baño y no lo
dejaron.
Las cosas ya
no se pueden remediar, y yo no le echo la culpa a nadie, esto tenía que pasar,
como mi enfermedad.