domingo, 10 de junio de 2012

Enfermedad imparable


Por: Jacobo Ocampo Valencia
Hola me llamo Jesús y os voy a contar mi historia, todo comienza cuando tenía 9 años, yo estaba  jugando con mis amigos un día normal en el parque y de repente me desmayé, cuando me desperté estaba en el hospital, en una habitación blanca totalmente con un sofá y la cama donde yo estaba acostado, en el fondo de esa habitación estaban el médico y mi madre hablando sobre  algo llamado diabetes, yo pensaba que eso era un catarro fuerte, cuando ya estaba bien despierto llame a mi madre, ella vino corriendo y me dio un fuerte abrazo, creo que nunca me había dado uno igual.
Esa misma tarde me dieron el alta médica, nos despedimos de los médicos y nos fuimos a casa, una cosa que me impresiono fue que mi madre no me llevara a tomar un helado después de irnos del hospital ya que siempre que yo me caía o me hacía daño lo hacíamos.
Con los años fui descubriendo que no podía volver a comer dulces, eso fue un gran cambio para mi, también lo fue no quedar casi con mis amigos para prevenir, yo pasé de  comer un trozo de tarta en los cumpleaños a no comer nada y a tener que vigilar todos los alimentos que ingería, a todo esto me acostumbré, pero lo que más me costó acostumbrarme fue a aprender a aplicarme la insulina, porque como cualquier niño, a mi me daban miedo las agujas pero ahora ya lo veo parte de mi vida, llevar siempre ese pequeño maletín azul donde llevo todo lo necesario para poder sobrevivir.
Una de las anécdotas que más recuerdo es un día en clase y le pedí a mi profesora si podía ir al baño y ella me dijo que no, ella estaba ajena a mi situación, entonces se lo volví a preguntar pero añadiendo que era urgente y ella me respondió que no me iba a morir por no ir y yo le respondí que como no fuera eso era lo más posible pero ella no se lo creyó.
Yo también tengo que agradecer a mi madre por este gran esfuerzo que ha hecho todo este tiempo comprándome mis medicamentos y preocupándose por mí como cualquier madre hubiera hecho, también tengo que agradecer a mis amigos por comprender mi enfermedad y no comer cosas que para mi eran imposibles ingerirlas. Gracias a todos por la ayuda prestada pero desde la cama del hospital tuve claro que esta enfermedad iba a durar toda la vida y me iba a acompañar hasta el día de mi muerte, que coincidió con el día en que un niño pidió ir al baño y no lo dejaron.
Las cosas ya no se pueden remediar, y yo no le echo la culpa a nadie, esto tenía que pasar, como mi enfermedad.

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