Bajo el rascacielos más
grande de la ciudad. En esa gran calle
con el sonido del tráfico y las pisadas de la gente se encontraba Tiffany.
Tiffany era una chica rubia
y alta. Alta debido a sus puntiagudos y elevados tacones. Inflada por el
botox que le proporcionaba esa imagen de
muñeca de porcelana. En su ropa se veía lo caprichosa que era y lo mimada que
estaba por su jefe y también por sus padres. Una ingente cantidad de crédito
por parte de quien la mimaba se podía
ver en la ropa que lucía con su elegancia
y porte.
Estaba pletórica, pues su
sueño se había cumplido. Acababa de demostrar que no era una chica malcriada
sino que sabía ascender por sus propios méritos. Había conseguido ser la “It-girl” del
momento. Estaba acostumbrada. Su entorno la preparó desde el primer momento
para lo que sería su destino: representar lo más superficial, pero al
mismo tiempo, lo que la prensa amarilla
describía como la referencia, ella, la única en que fijarse. Su estilo.
Cualquier cosa que adquiriera con su visa platino, sería la que muchas otras
buscarían sin descanso para imitarla. Su ropa, sus joyas, su forma de pensar
sería imitada por millones de chicas jóvenes.
Locales de moda, restaurantes y actos benéficos…Estos la situarían ahí…
en portada.
Sus tacones pisaron las
cabezas necesarias para lograrlo. Ni más ni menos. Y ahí estaba ella. Donde
quería. En el candelero. Lo había conseguido.
Tiffany no se dio cuenta del
peso que le podía traer la fama. Descontrol, cotilleos, competencia y maldad.
Las cosas no eran tan fáciles y bonitas como ella se imaginaba. Todo era un
cuento de hadas. Simplemente, una fantasía.
Con el tiempo, la realidad en la que vivía se convirtió en una
pesadilla. El mundo le subió a la pamela que lucía en su cabeza. Las cosas eran
difíciles. Su pamela voló como una carta en un Castillo de Naipes.
Poco a poco, los problemas
surgieron. Grandes falsedades aparecieron por su mente. La responsabilidad se
le fue de las manos. Todos esos secretos olvidados estallaron y salieron de la
oscuridad como si de la caja de pandora se tratara, volando a los cuatro
vientos. Una gran mentira salió a la
luz. Tiffany no era tan buena niña como la gente se imaginaba. El poder que
tenía sobre los demás, se esfumó. Como el viento, como una pompa de jabón, al
romperse y desvanecerse.
Tiffany no se iba a salir de
rositas. Necesitaba demostrar que era una chica con poder, que a pesar de su
pasado podía seguir siendo poderosa. La única forma para poder seguir mandando,
lo mejor, era una huida hacia delante, olvidándolo todo. Ya nada le afectaba,
ni siquiera era importante para ella. Como un caballo con los ojos tapados que
tira de un carro en la gran ciudad. Solo veía su objetivo, volver a ser lo que
era. Y el temor y la admiración por parte de los demás.
La niña de papá no podía proteger su pasado.
Podía negarlo, pero no enterrarlo. Ella había luchado a muerte por estar donde
estaba y unos rumores vanos no lo iban a cambiar…Nadie sabría que había sido
una vulgar ladrona.