jueves, 28 de marzo de 2013

LA FAMA NO ES UN CUENTO DE HADAS


Bajo el rascacielos más grande de la ciudad.  En esa gran calle con el sonido del tráfico y las pisadas de la gente se encontraba Tiffany.
Tiffany era una chica rubia y alta. Alta debido a sus puntiagudos y elevados tacones. Inflada por el botox  que le proporcionaba esa imagen de muñeca de porcelana. En su ropa se veía lo caprichosa que era y lo mimada que estaba por su jefe y también por sus padres. Una ingente cantidad de crédito por parte de quien la mimaba  se podía ver en la ropa que lucía con su elegancia  y porte.
Estaba pletórica, pues su sueño se había cumplido. Acababa de demostrar que no era una chica malcriada sino que sabía ascender por sus propios méritos.  Había conseguido ser la “It-girl” del momento. Estaba acostumbrada. Su entorno la preparó desde el primer momento para lo que sería su destino: representar lo más superficial, pero al mismo  tiempo, lo que la prensa amarilla describía como la referencia, ella, la única en que fijarse. Su estilo. Cualquier cosa que adquiriera con su visa platino, sería la que muchas otras buscarían sin descanso para imitarla. Su ropa, sus joyas, su forma de pensar sería imitada por millones de chicas jóvenes.  Locales de moda, restaurantes y actos benéficos…Estos la situarían ahí… en portada.
Sus tacones pisaron las cabezas necesarias para lograrlo. Ni más ni menos. Y ahí estaba ella. Donde quería. En el candelero. Lo había conseguido.
Tiffany no se dio cuenta del peso que le podía traer la fama. Descontrol, cotilleos, competencia y maldad. Las cosas no eran tan fáciles y bonitas como ella se imaginaba. Todo era un cuento de hadas. Simplemente, una fantasía.  Con el tiempo, la realidad en la que vivía se convirtió en una pesadilla. El mundo le subió a la pamela que lucía en su cabeza. Las cosas eran difíciles. Su pamela voló como una carta en un Castillo de Naipes.
Poco a poco, los problemas surgieron. Grandes falsedades aparecieron por su mente. La responsabilidad se le fue de las manos. Todos esos secretos olvidados estallaron y salieron de la oscuridad como si de la caja de pandora se tratara, volando a los cuatro vientos.  Una gran mentira salió a la luz. Tiffany no era tan buena niña como la gente se imaginaba. El poder que tenía sobre los demás, se esfumó. Como el viento, como una pompa de jabón, al romperse y desvanecerse.
Tiffany no se iba a salir de rositas. Necesitaba demostrar que era una chica con poder, que a pesar de su pasado podía seguir siendo poderosa. La única forma para poder seguir mandando, lo mejor, era una huida hacia delante, olvidándolo todo. Ya nada le afectaba, ni siquiera era importante para ella. Como un caballo con los ojos tapados que tira de un carro en la gran ciudad. Solo veía su objetivo, volver a ser lo que era. Y el temor y la admiración por parte de los demás.
 La niña de papá no podía proteger su pasado. Podía negarlo, pero no enterrarlo. Ella había luchado a muerte por estar donde estaba y unos rumores vanos no lo iban a cambiar…Nadie sabría que había sido una vulgar ladrona.

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