domingo, 25 de noviembre de 2012

Es el momento de cambiar.

Y por fin, después de un día agotador llegó a su casa, se sentía satisfecha con todo lo que había logrado hacer ese día, estaba claro que estaba aprovechando su estancia en Londres. Ella no pensó en sus largas conversaciones con sus padres donde ellos le recordaban que estaban trabajando día y noche para poder pagar sus estudios allí y le decía que hiciera por no gastar mucho. Pero ella, acostumbrada a tener siempre lo que quería fue tienda por tienda comprándose lo que le apetecía sin mirar siquiera el precio de la etiqueta. Después de todo esto fue a ver a su hermana, solo para enseñarle toda la nueva ropa que se había comprado. Y de camino, pasando por las calles de East Acton, donde a la izquierda están sus atascos de cada domingo, siempre creados por la enorme de cantidad de camiones y autobuses que circulan a las cinco y media de la tarde, y a la derecha, una fila interminable de casas, todas iguales, con sus ventanales y los pequeños muros que separan cada casa de las siguientes, y dentro de ellas, todas sin excepción tienen su suelo de moqueta, hasta en las estrechas escaleras que conducen a la segunda y última planta. Todo este paseo hasta llegar a la casa de su hermana le hizo recordar donde estaba, le hizo ver la experiencia que estaba viviendo, y que no podía desaprovecharla malgastando el dinero que sus padres ganaban difícilmente trabajando, ahora se había dado cuenta de un gran defecto que la definía, era caprichosa, y ahora tocaba cambiar.

¿Conoces a Emily?


 Bajo el rascacielos más grande de la ciudad, en esa gran calle con el sonido del tráfico y las pisadas de la gente, se encontraba Emily.

Emily era una chica rubia y alta. Alta debido a sus puntiagudos y elevados tacones. Inflada por el botox que le proporcionaba esa imagen de muñeca de porcelana. En su ropa se veía lo caprichosa que era y lo mimada que estaba por su jefe y también por sus padres. Una ingente cantidad de crédito por parte de quien la mimaba se podía ver en la ropa que lucía con su elegancia y porte.
Estaba pletórica, pues su sueño se había cumplido. Acababa de demostrar que no era una chica malcriada sino que sabía ascender por sus propios méritos.  Había conseguido ser la “It-girl” del momento. Estaba acostumbrada. Su entorno le preparó desde el primer momento para lo que sería su destino: representar lo más superficial, pero al mismo tiempo, lo que la prensa amarilla describía como la referencia, ella, la única en que fijarse. Su estilo. Cualquier cosa que adquiriera con su visa platino, sería la que muchas otras buscarían sin descanso para imitarla. Su ropa, sus joyas, su forma de pensar sería imitada por millones de chicas jóvenes. Locales de moda, restaurantes y actos benéficos…Estos le situarían ahí…en portada.

Sus tacones pisaron las cabezas necesarias para lograrlo. Ni más ni menos. Y ahí estaba ella. Donde quería. En el candelero. Lo había conseguido.

Rocío.

Se despertó por la mañana, sabía que lo que debía hacer es ir a trabajar, pero por una vez en su vida,decidió elegir él lo que hacer, y no lo que siempre le decían los demás. Iba a ir a una huelga, nunca había hecho algo así en su vida, no era de ese tipo, pero había conocido a Rocío, una joven, que por así decirlo era rebelde. Cuando Mariano estaba con ella, sentía que podía hacer lo que él quisiese.

Llegaron a la manifestación. Rocío estaba muy guapa, con sus grandes botas negras, sus labios rojos cual carmín, su larga melena negra recogido en un moño ...Mariano sentía el miedo correr por su cuerpo, millones de personas corriendo y gritando como locos ... En su vida había visto algo así, se sentía muy fuera de lugar .Rocío empezaba a gritar como todos los demás.
La policía estaba cada vez más cerca, él asumió que eran inofensivos, hasta el momento en que empezaron a pegar a Rocío, Mariano, siendo un hombre muy flojo y débil , no hizo nada, se quedo mirando, muy asustado y sorprendido, no sabía lo que hacer , empezó a correr. Treinta años después, sigue arrepintiéndose cada día de ese día tan horrendo , sabe que podría haber hecho algo para salvarle la vida a Rocío.

Crisis

  Todos los vecinos ya lo sabían, su casa iba a ser embargada. Miguel no sabía que hacer, no sabía a donde iría después de aquello, ese era su único hogar.
En aquel lugar lo tenía todo: la gran mesa de madera que le había regalado su hermano , las fotos de su boda, el colgante de el bautizo de su hija, todo.

  Después de estar un rato meditando Miguel, decidió ir a dormir ya que era muy tarde. Se puso el pijama y se dirigió al baño. De camino estaba la habitación de su hija, Alicia. Entró en ella, la observó un rato mientras dormía y luego lentamente sin emitir ningún sonido se acercó a ella, le dio un beso en la frente y le susurró al oído con un tono consolador:

 --Todo va a salir bien.

  Cuando salió de la habitación de su pequeña, sentía un gran agobio y tristeza. Todavía no se creía que les fuesen a echar de allí. En aquel momento Miguel derramó una lágrima y se quedó inmóvil en el pasillo. Entró en el baño y se lavó la cara. ¿Podía su vida ir peor? Le habían echado del trabajo hacia unos meses y ahora le echaban de su propia casa.

  Elena Prat 4ºA

El mundo de Claudia.

Claudia estaba como ausente, sentada en un banco de aquel inmenso parque, su mirada estaba perdida entre aquellas ramas que se movían con el viento y la caída de las hojas debido a la cercanía del invierno.
Solo estaba pensando en recuerdos, recuerdos de todos sus amigos, todas las risas, todas las lágrimas y todos y cada uno de los pequeños detalles que hacían para hacerla cada día mas feliz.
Lo que ellos no sabían era que no lo hacían, que desde que estaba allí en ese lugar tan nuevo y diferente para ella no se le venia a la cabeza otra cosa que no proviniese de aquella vida que había dejado atrás para empezar esta nueva.
De repente su madre la llama al móvil preguntándole que donde esta, que estaba empezado a llover que iba a ir a recogerla en coche y  que con suerte, si no había mucha caravana en cinco minutos estaba allí.