Todos los vecinos ya lo sabían, su casa iba a ser
embargada. Miguel no sabía que hacer, no sabía a donde iría después de aquello,
ese era su único hogar.
En aquel lugar lo tenía todo: la gran mesa de madera que le había regalado su hermano , las fotos de su boda, el colgante de el bautizo de su hija, todo.
Después de estar un rato meditando Miguel, decidió ir a dormir ya que era muy tarde. Se puso el pijama y se dirigió al baño. De camino estaba la habitación de su hija, Alicia. Entró en ella, la observó un rato mientras dormía y luego lentamente sin emitir ningún sonido se acercó a ella, le dio un beso en la frente y le susurró al oído con un tono consolador:
--Todo va a salir bien.
Cuando salió de la habitación de su pequeña, sentía un gran agobio y tristeza. Todavía no se creía que les fuesen a echar de allí. En aquel momento Miguel derramó una lágrima y se quedó inmóvil en el pasillo. Entró en el baño y se lavó la cara. ¿Podía su vida ir peor? Le habían echado del trabajo hacia unos meses y ahora le echaban de su propia casa.
Elena Prat 4ºA
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