Hace ya ¿10? ¿11? años que tengo
que el placer de conocerte, y de todas las locuras que has hecho, ésta es la
menos cuerda. ¿Cómo se te pasa por la cabeza ponerte a fumar? A ti, niño modelo
ejemplar engominado hasta las cejas con la amable saliva de su protectora
madre, combinando hasta los calcetines con el color de su suéter de rombos.
Espero y confío que más pronto que tarde te des cuenta de tu error infantil,
que no puede ser fruto más que de un estúpido sentimiento rebelde propio de los
adolescentes que ambos somos.
Tú ya sabes, gracias a las
soporíferas charlas a las que asistimos año si y año también en el instituto,
los efectos negativos que fumar tiene en al salud. Supongo que ya sabes el gran
incremento de las posibilidades de sufrir cáncer debido a ese nuevo hábito tuyo (y no sólo cáncer de pulmón, también de lengua, de faringe, de
laringe…) y que habrás visto los nada sensacionalistas vídeos que nos ponen en
dichas peroratas, donde muestran la evolución de un pulmón fumador, valiéndose de
un pulmón artificial transparente. Sé que ya sabes todo esto, pero te lo
recuerdo por vez última dado que nunca está de más asegurarme de que esas
imágenes no abandonan tu cabeza mientras succionas cada uno de esos filtros
nocivos.
Espero también que no me vengas
tú (persona a la que tengo en muy alta estima y de la que me espero un
contraargumento de mayor categoría que el que sigue) con que “de algo hay que
morirse” y que prefieres “morir joven pero feliz”; pues bajo este pretexto toda
conducta peligrosa en la vida está justificada y bien vista, y creo que no es
ese el estilo de vida deseado por ninguno de los dos. Obviando, además, el
hecho de que me parecería patético y decepcionante que la felicidad (o al menos
el grueso de la misma) de una persona inteligente y madura como la que yo
pienso que tú eres dependiese de algo
tan burdo y simple como unas fibras vegetales secas aliñadas con centenares de
productos químicos.
Por si tu salud no te preocupa lo
suficiente como para hacer el esfuerzo que requiere dejar de fumar, me permito
recordarte también el increíble precio que pagas por el tabaco (teniendo aquí
la palabra “precio” un valor estricta y únicamente económico). Con los tiempos
que corren y sabiendo como estás, ¿no te parece ofensiva la desorbitada cifra que
“inviertes” en tu recién adquirido vicio? Seguramente, ahora esa cifra no será
significativa (por dos razones: consumes relativamente pocos cigarrillos y
además no tienes que luchar por conseguir ese dinero, por lo tanto gastarlo
duele menos), pero puedes estar seguro de que el consumo irá a más y de que
llegará un punto en el que tengas que ganarte la vida por ti mismo, e igual ahí
encuentras un verdadero fastidio gastarte parte de tu preciado sueldo en
tabaco.
Pero bueno, me pongo en el caso de
que hayas llegado al desesperanzador punto de que el tabaco esté por delante de
ti y tu dignidad, por lo que no te importa lo que tienes que sacrificar de tu
persona por él. Si es que por desgracia te encuentras ya en dicho estadio del
vicio, no olvides que fumar no solo te perjudica a ti (que oye, al fin y al
cabo eres libre de escoger cómo mermar tu salud), sino también a todo aquel que
te rodea y que, desgraciadamente, no puede elegir si quiere tener ese mismo
espíritu indómito que tú quizás tengas y decantarse por la opción de la vida
corta pero “plena” (plena en sentido menos pleno de dicha palabra, valga la
redundaría).
Pues eso, cómo puedes ver no hay
manera alguna de justificar (al menos de manera racional) este nuevo
comportamiento tuyo, por lo cual espero que, haciendo alarde de tu gran
inteligencia, rectifiques. Y bueno, si decides no rectificar e irremediablente
adquieres el fumar como un hábito perpetuo, únicamente albergo la esperanza de
que te cohíbas de hacerlo cerca de mí.