lunes, 6 de mayo de 2013

Moléstate en inhalar mis palabras, al menos


Hace ya ¿10? ¿11? años que tengo que el placer de conocerte, y de todas las locuras que has hecho, ésta es la menos cuerda. ¿Cómo se te pasa por la cabeza ponerte a fumar? A ti, niño modelo ejemplar engominado hasta las cejas con la amable saliva de su protectora madre, combinando hasta los calcetines con el color de su suéter de rombos. Espero y confío que más pronto que tarde te des cuenta de tu error infantil, que no puede ser fruto más que de un estúpido sentimiento rebelde propio de los adolescentes que ambos somos.
Tú ya sabes, gracias a las soporíferas charlas a las que asistimos año si y año también en el instituto, los efectos negativos que fumar tiene en al salud. Supongo que ya sabes el gran incremento de las posibilidades de sufrir cáncer debido a ese nuevo hábito tuyo (y no sólo cáncer de pulmón, también de lengua, de faringe, de laringe…) y que habrás visto los nada sensacionalistas vídeos que nos ponen en dichas peroratas, donde muestran la evolución de un pulmón fumador, valiéndose de un pulmón artificial transparente. Sé que ya sabes todo esto, pero te lo recuerdo por vez última dado que nunca está de más asegurarme de que esas imágenes no abandonan tu cabeza mientras succionas cada uno de esos filtros nocivos.
Espero también que no me vengas tú (persona a la que tengo en muy alta estima y de la que me espero un contraargumento de mayor categoría que el que sigue) con que “de algo hay que morirse” y que prefieres “morir joven pero feliz”; pues bajo este pretexto toda conducta peligrosa en la vida está justificada y bien vista, y creo que no es ese el estilo de vida deseado por ninguno de los dos. Obviando, además, el hecho de que me parecería patético y decepcionante que la felicidad (o al menos el grueso de la misma) de una persona inteligente y madura como la que yo pienso que tú  eres dependiese de algo tan burdo y simple como unas fibras vegetales secas aliñadas con centenares de productos químicos.
Por si tu salud no te preocupa lo suficiente como para hacer el esfuerzo que requiere dejar de fumar, me permito recordarte también el increíble precio que pagas por el tabaco (teniendo aquí la palabra “precio” un valor estricta y únicamente económico). Con los tiempos que corren y sabiendo como estás, ¿no te parece ofensiva la desorbitada cifra que “inviertes” en tu recién adquirido vicio? Seguramente, ahora esa cifra no será significativa (por dos razones: consumes relativamente pocos cigarrillos y además no tienes que luchar por conseguir ese dinero, por lo tanto gastarlo duele menos), pero puedes estar seguro de que el consumo irá a más y de que llegará un punto en el que tengas que ganarte la vida por ti mismo, e igual ahí encuentras un verdadero fastidio gastarte parte de tu preciado sueldo en tabaco.
Pero bueno, me pongo en el caso de que hayas llegado al desesperanzador punto de que el tabaco esté por delante de ti y tu dignidad, por lo que no te importa lo que tienes que sacrificar de tu persona por él. Si es que por desgracia te encuentras ya en dicho estadio del vicio, no olvides que fumar no solo te perjudica a ti (que oye, al fin y al cabo eres libre de escoger cómo mermar tu salud), sino también a todo aquel que te rodea y que, desgraciadamente, no puede elegir si quiere tener ese mismo espíritu indómito que tú quizás tengas y decantarse por la opción de la vida corta pero “plena” (plena en sentido menos pleno de dicha palabra, valga la redundaría).
Pues eso, cómo puedes ver no hay manera alguna de justificar (al menos de manera racional) este nuevo comportamiento tuyo, por lo cual espero que, haciendo alarde de tu gran inteligencia, rectifiques. Y bueno, si decides no rectificar e irremediablente adquieres el fumar como un hábito perpetuo, únicamente albergo la esperanza de que te cohíbas de hacerlo cerca de mí.

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