lunes, 21 de mayo de 2012

El secreto esta en la receta


Hacia ya un par de meses que se estaban produciendo desapariciones de personas sin que ningún rastro de ellas se pudiese hallar en las calles de Londres. Hasta ahora todas las características de las personas desaparecidas se repetían: hombres robustos y altos de todas las áreas de la ciudad, a razón de unos cinco a la semana.

Este era probablemente uno de los casos mas difíciles que jamás había tenido la policía londinense. No había ningún rastro ni pistas. Como puedes imaginar esto era un caso que asombraba profundamente a la policía. Se conocía como «El caso imposible».

  Hoy, Albert Jones, detective de unos treinta años que estaba en cargo de este caso extraño, se dirijía al trabajo. Irónicamente, Albert tenía justo el tipo y estatura de los hombres que desaparecían, pero aun así era, quizás, uno de los hombres mas astutos y observadores del departamento de policía.

Sin embargo, hoy estaba totalmente agotado de trabajar hasta altas horas de la madrugadada y a pesar de ser tan observador como era, no se dio cuenta de una sombra clandestina que le vigilaba desde una columna.

El detective alzó la cabeza hacia el cielo gris londinense. Iba a llover y no tenía paraguas, así que sería mejor refugiarse hasta que pasase la lluvia. 
Entr en una pequeña cafetería y se sentó en la mesa próxima a la ventana.
Por dentro, la cafetería era aun mas pequeña de lo que se había imaginado.Tena las paredes pintadas de un horrible tono rosa pálido. Las sillas y mesas eran de madera oscura todas con sus manteles blancos bordados. 

No tardo en atenderle una señora mayor, de unos sesenta y poco años, vestida totalmente de rosa.
—¡Buenos días! ¿Puedo ofrecerle un tè? ¿Quizás… un trozo de pastel?—le sugirió  la señora. 
Su estomago gruñó al oír las palabras. No había desayunado aquella mañana. 
—¡Si por favor! Aunque…. ¿Podría decirme de que es el pastel?—
La señora pensó un momento y le dijo dulcemente que el pastel del día era de carne. Obviamente, con tanta hambre, el detective le dijo que le trajese un gran trozo.  

Mientras que la mujer le preparaba el pedido, Albert se quitó la gabardine, se acomodó en su silla y escucho a una voz masculina, lenta y aburrida en la radio sobre un fondo de música suave.

Momentos después, la señora regresó con un pastel caliente, una tetera y una  taza que puso sobre la mesa. 
—Que aproveche.— le dijo a Albert, sonriendo. El esperaba a que se retirase, pero se mantuvo delante de él esperando a que probase el pastel, así que empezó a comer.

—Está… ¡delicioso!— dijo, casi gritando. 
La mujer empezó a reír histéricamente, dejando al detective perplejo. 
—Me lo dicen mucho. Y me preguntan como lo preparo para que esté tan bueno, pero eso es el secreto de la casa— le susurro.
El detective se rasco la oreja, algo nervioso, aunque no saba porque. 
La mujer continuó —¿Quieres ver como lo preparamos?— 

Albert pensó un segundo. No le gustaba nada el rumbo que iba tomando la conversación, tenía prisa y quería volver pronto al trabajo. Decidió seguirle la corriente para satisfacer su curiosidad. Asintió con la cabeza y esbozó una sonrisa falsa.
 Se levantó y siguió a la anciana hasta la puerta de la cocina. Ella abrió la puerta y le hizo un gesto de preferencia a Albert. Entró con precaución, aunque no se dio cuenta que la mujer había escondido un cuchillo detrás de la espalda…

Cuando se dio la vuelta la mujer ya no sonreía. 
—No te preguntabas como mis pasteles están tan deliciosos?¿No tienes curiosidad de saber mi receta?— le decía
Por alguna razón, Albert se sentía muy asustado. Sus instintos le decían que algo iba terriblemente mal.

Miró a la mujer. Sonreía de nuevo, pero ya no era una sonrisa dulce. Era una mueca grotesca y cruel.
El detective noto que su pulso aceleraba.

Aterrorizado, intento mantener una calma aparente. Al girar la cabeza se encontró en una tabla de cortar lo que parecían  los restos de una pierna humana.  

Se le revolvieron las tripas y noto como un liquido acido atravesaba su garganta cuando se dio cuenta de lo que había comido. Le entraron arcadas. 

La mujer monstruosa volvió a reir histéricamente, sacando el cuchillo que tenia escondido detrás de su espalda.

Parecía que el detective había resuelto el caso, pero ahora también iba a ser víctima de el.
—Estoy segura que confeccionare mi mejor pastel contigo— le dijo, entre carcajadas, antes de clavar el cuchillo en su cuello….



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