sábado, 26 de mayo de 2012

Luna


En una aldea abandonada, vive el espíritu de Luna.

Una niña con ojos negros como la noche y pelo castaño oscuro que le llega hasta los hombros, su piel es blanca y brilla cuando se para debajo de una luna llena o tal vez es el color que los espíritus adoptan después de estar años atrapados.

Los que pasan por aquella aldea solo encuentran ruinas, el suelo estaba negro de polvo de la noche del fuego, las paredes de los edificios que seguían  en pie, se decía que aun estaban calientes.
Pero lo que mas les alucina pero a la vez les entra miedo, es que cada luna llena, una niña anda por las ruinas, con una sonrisa.

Se le ve corriendo hacia el bosque, que ahora rodea la aldea, y desaparece después de correr detrás de un pozo viejo.  Pero lo que mas les asombra es que aunque sonríe, sus ojos cuentan otra historia. Aquellos ojos nunca deberían estar en la cara de ningún niño.

Tristeza, confusión, esperanza, maldad.

Todos los que la habían visto contaban la misma historia, ver aquellos ojos, era como ver miles guerras desenvolviéndose de una.

Pero una luna llena, mientras una familia de tres, dos padres y un niño pequeño, pasaban por la abandonada aldea para llegar más fácilmente a su destino  se encontraron frente al espíritu. Los padres  no podían ver nada, mientras su hijo se quedaba mirando a la distancia.

Luna le miraba sonriendo, sus ojos ahora verdes claros como las esmeraldas, le extendió la mano para que la cogiese y espero.

El niño se quedo mirándola sorprendido, no sabia que hacer. Algo le decía- no, gritaba que no debería darle la mano pero se la dio de todas maneras. Extendió su mano lentamente hacia ella y le cogió la mano.

Sus padres miraban con horror mientras su hijo estiraba la mano y cogía algo que no estaba ahí. No sabían que hacer, sus ojos tenían una nube clara cubriéndolos que nunca habían visto antes.

Estaban indefensos mientras su hijo era llevado por una entidad invisible dentro del bosque hacia el pozo viejo.

De repente ven como su  hijo desaparece entre las plantas y no vuelven a verlo hasta la próxima luna llena.
Se habían quedado buscando el bosque como locos, hasta que después de 28 días aparece su hijo en el suelo durmiendo inocentemente sin ningún rasguño en su cuerpo.

Sus padres van ha abrazarlo y se ponen a llorar de alegría pero el solo les pregunta.
-Mama, Papa, creéis en ángeles?

No sabían que responderle, era una pregunta inesperada, se quedan por un rato confundidos hasta que la madre se echa a llorar, no de alegría sino de tristeza. Su hijo no estaba vivo.

Su madre le toca el cachete y le dice –hijo mio, siempre serás mi ángel- y con eso lo abrazo fuerte y no quiso soltar.
Poco a poco él iba desapareciendo, hasta que desapareció completamente dejando a su madre abrazando el aire.

No había rostro de él. Solo había dejado una pluma blanca detrás.

El padre cogió la pluma y la guardo, era lo único que quedaba de su hijo y no iba a perderlo.

Mientras los padres lloraban por la perdida de su hijo, en la distancia los miraba una niña con una sonrisa macabra. Sus labios se habían convertido en un color rojo sangre. 

Y sus ojos ya no mostraban la inocencia que solía haber. Ahora una mirada desagradable ocupaba su cara mientras miraba a las distancias.

No habían quemado la aldea sus residentes sin razón. Intentaron librarse de un mal, un mal que nadie podía parar, pero tal vez algún día, alguien sabrá como destruirla, pero hasta entonces, cualquier niño que  pisaba sus tierras era victima de sus ataques y sus mentiras.

Isabela. 3 ESO A

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