“Devuélveme todas las palabras que te he
dicho, porque te he estado mintiendo”.Esas fueron las ultimas palabras que le dirigio Rocio.
Jorge aún sostenía todas las cartas que
ella le había mandado, estaba buscando minuciosamente alguna señal del pasado a
la que hubiese tenido que prestar atención anteriormente para hader prevenido
la catástrofe ocurrida aquella tarde.
Estaba sentado en su gran salón enfrente de
la terraza, desde donde podía ver todo lo que ocurría en Gran Vía,como, por ejemplo, que en la acera de enfrente a la derecha la panaderia de los hermanos Oubdil se ponia en marcha con cansancio, y su competencia aun no habia despertado.Llevaba en contemplando las calles desde que
había llegado a casa, que aunque solía ser
a media tarde, esta vez ni siquiera se dignó a aparecer en la cena, y se
atrevió a volver a entrar por la puerta de roble de la entrada ya pasadas las
once de la noche.
Acto seguido, entró en su habitación y sacó
un baúl en el que guardaba las cartas de Rocío y comenzó a leerlas una detrás
de otra hasta que amaneció.
Fue entonces cuando decidió levantarse y desayunar
algo aunque la falta de apetito se lo impidió, debido a la larga y tortuosa
noche que había pasado recordando a lo
que él creía el amor de su vida.
Ella nunca había creido en el amor, pero por
mas que repetía lo inútil que lo encontraba, mas afán de conseguir su cariño tenia
Jorge, conseguir que la chica del corazón helado amase le realmente .
Pensando
en esto abrió el grifo, mientras las gotas de agua se deslizaban por su cuerpo
y observaba el mármol del baño, el cual oscurecía en el espacio que quedaba
entre las baldosas, que relucían como nunca lo habían hecho antes.
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