miércoles, 12 de diciembre de 2012

El Invierno

Sonó el despertador, justo a las 7 de la madrugada, con una musiquita bastante pesada y repetitiva. Me levante, me vestí y me preparé para ir a la escuela. Me cepillé el pelo y me arreglé sin ganas, sentía como iba a morir, necesitaba dormir, por lo menos un poco más, pero sabía que si volvía a la cama, aunque sea 2 minutos, nunca más saldría. Eran las 8, salí de casa, hacia muchísimo frio, hacia tanto frio que hasta el aire era cristalino. Los coches estaban congelados y empapados de nieve, el pavimento tenía una capa fina de hielo y una manta blanca de nieve  por encima. Quería correr para no perder mi autobús pero tenía miedo de resbalarme, caminé lo más rápido posible con mis botas hundidas en la nieve. Llegué a la parada del autobús sin poder sentir los dedos de mis pies. Había llegado justo a tiempo, mi autobús estaba dando la vuelta. De mi bolsillo, con mis manos medio endurecidas, saqué mi tarjeta. El autobús estaba lleno de gente con capas y mas capas de abrigos, las ventanas del autobús estaban llenas de vapor por la pesada respiración de los pasajeros. Por suerte, había un asiento atrás de todo,  me pase todo el viaje sentada leyendo un libro. Cuando llegué, camine muy despacio hacia el colegio, paso a paso. Con mucha fuerza, tuve que arrastrar mis piernas a través de la nieve. Di la vuelta a la esquina, no había nadie, nada, solo un papel en la puerta de la escuela. Lo cogí con mis manos temblorosas y lo leí. No podía creer lo que estaba leyendo, entonces lo leí una vez más en voz alta para que lo tuviese que oír con mis propios oídos. ‘El colegio esta cerrado hasta que se vaya la nieve (aproximadamente 2 semanas)’. En mi mente estaba un poco enfadada porque me tuve que despertar temprano y tuve que pasar frío, pero pensé otra vez...“No hay cole por 2 semanas, justo las semanas que hay exámenes. ¡No hay colegio en dos semanas!, ¡No hay colegio en dos semanas!, ¡ puedo dormir hasta tarde y estar en la cama todo el día!”. Gritaba con muchísima felicidad, el que me hubiera mirado hubiera pensado que estoy loca, pero no me importaba, estaba feliz, extremadamente feliz. Volví a casa en el mismo trayecto pero con una sonrisa de oreja a oreja. Llegué a casa, me saqué el abrigo enorme y las botas y me tire en mi cama a dormir una horita más.

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