lunes, 8 de abril de 2013

Historia de como el vaso se colmó


Se levantó, se desperezó y abrió las ventanas. Los primeros destellos del alba inundaron aquel triste habitáculo. El viejo reloj de cuco marcaba las seis y media, como siempre llegaría puntual al trabajo; bien aseado, engominado y con su traje bien pulcro. Cuánto odiaba aquel trabajo, en aquella pequeña oficina, atestada de gente correteando por un lado y por otro, con un intenso olor a tabaco insoportable. Lo único que l gustaba de aquella oficina era su máquina de escribir, aquella vieja Underwood con las teclas desgastadas, le encantaba escribir con esa máquina, el tintineo le producía una sensación inexplicable; como si volviese a estar en casa viendo dibujos animados; lo rejuvenecía.
Llegó a la oficina, le esperaba un día normal y corriente, como cualquier otro; debía redactar unas cuantas cartas, actualizar alginas libretas, unas pocas reuniones para conceder créditos… Tardó en fijarse en la nota escrita a mano, “Ven a hablar conmigo, urge”.
El camino hacia el despacho se le hizo eterno, empezó a comerse el coco pensando en que diantres querría. No se había metido en ningún lío, siempre hacía todo lo que se le mandaba a su debido tiempo… Quizás traía buenas noticias; un ascenso, un aumento de sueldo… Él no quería especula.
Golpeó tres veces la puerta y tragó saliva.
-Adelante-. Contestó su jefe con voz ronca-Toma asiento.
Mientras e dirigía hacia el sillón las ideas seguía correteándole por la cabeza. Se fijó en su jefe, en su aspecto ridículo. Era un hombre bajito y regordete, se asemejaba a un barril de cerveza. Su pelo canoso le delataba, debía rondar entre los cincuenta y cinco y los sesenta años. Esa mañana se había engominado el poco pelo que tenía, con la esperanza de parecer más joven, fingiendo ser “modernillo”. Tenía un bigote descuidado con el límite impregnado de nicotina, debido a la cantidad inmensa de cigarrillos que fumaba; eso sí, el bigote era bastante poblado, aunque le quedaba muy ridículo ya que daba la sensación de que quería subrayar la protuberante nariz que el hombre tenía.
-Te preguntarás porque te he llamado. Bien, ¿cuánto tiempo llevas trabajando en esta empresa?- Preguntó el hombre.
-Este octubre hará dieciocho, señor.- Contestó él con un hilillo de voz, se temía lo peor.
-¿Y cuántas veces te hemos ascendido o aumentado el sueldo?- Preguntó en tono cortante.
-Ninguna, señor.- Contestó ya más relajado.
-¿Y te has preguntado alguna vez por qué? Pues bien, yo te lo diré. Eres una persona que estás, pero no te haces notar. Eres un hombre sensato, honesto, muy trabajador y no te andas con tonterías. Nunca he tenido una sola queja sobre ti, eres como un reloj. Pero tampoco he tenido ninguna muestra de agradecimiento por parte de un cliente, careces de tacto, de alegría, de pasión por tu trabajo, de ganas por mejorar. Veo en ti una persona apagada, y corrígeme si no hemos hablado ya de esto.-Señaló.
-No, señor, está usted en lo cierto.-Contestó cohibido.
-Pues bien, amigo mío, a pesar de que hemos hablado del tema no te veo reaccionar. Quiero que cambies, un día de estos la vida te va a dar un revés y veo que no te levantarás. Se más alegre hombre, sonreír es gratuito.-Dijo dándole una palmadita.
-Verá señor, me va a permitir que rechace su proposición. Llevo toda mi vida siendo así y aquí estoy, vivo, no muy feliz pero vivo. Estoy seguro de que muchísima gente es igual de infeliz que yo, a diferencia de que estos intentan algo que todos sabemos que es imposible, alcanzar la felicidad. Yo ni lo intento, no quiero llegar al final de mi vida y darme cuenta de que todos mis esfuerzos por ser feliz fueron en vano, simplemente ni lo intento. Así que no voy a hacer lo que usted me dice.
Además, ¿qué me puede aportar tal cosa? Relacionarme no se me da bien, la alegría me abandonó nada más pisar este mundo. Acaso se esforzaría usted en robar una barra de pan sin ninguna necesidad, no. Acaso voy a comportarte yo más jovialmente si tengo todo aquello que necesito para vivir, tampoco. Yo estoy aquí de paso, atrapado como todos, en este mundo. Pero a diferencia de todos ustedes yo no me comporto como un imbécil con tal de perseguir la felicidad, sabiendo que nunca la alcanzaré.
¿No ve que si salimos de entre las piernas, al lado del trasero, no es por otra razón sino que la vida en sí es una mierda, maquillada para que estúpidos como usted crean que es maravillosa?-Concluyó. Salió del despacho, observando a su jefe boquiabierto. Recogió su Underwood y se marchó para no volver.

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