UN LARGO VIAJE
Mariana,
una chica Boliviana nacida en Sucre, emigró a Barcelona por diferentes causas. Hacía
meses que sus padres murieron en un trágico accidente de tren, en una noche
en la que se marcharon a celebrar su 25 aniversario de casados. A partir de esa
tragedia decidió empezar una nueva vida con su familia paterna, la cual la acogió
muy bien. El hermano grande de su padre se encargó de ella y la ayudó a superar la
muerte de sus padres.
Pero sus
tíos también se encontraban en una situación económica miserable, teniendo
que trabajar duro en el campo recogiendo algodón y aceitunas. Por eso
decidieron mudarse a Barcelona, ya que allí tenían un hermano que iba a casarse
y les podría ayudar a encontrar empleo. Trabajaron duramente y en tres meses ahorraron
el suficiente dinero para comprar los billetes hacia Barcelona.
Con 18
años, Mariana ya trabajaba en una casa de unos señores en Barcelona. Consiguió
obtener un sueldo fijo cada mes pero en malas condiciones laborales. No le
daban de comer y a veces no la dejaban
ni dormir. Los niños de la casa eran muy maleducados y cuando ella limpiaba y
ordenaba algo, ellos iban a deshacer lo que ella había hecho. Después de un año,
la contrataron en otra casa situada en Pedralbes donde le pagaban mucho más y
vivía en mejores condiciones. Los señores de la casa eran muy simpáticos y amables con ella. Tenían tres hijos llamados Juan, Eva y Rebeca. Eran tres dulces niños de pelo rubio con muy buena educación, la trataban muy bien y se la querían mucho.
En sus
días libres hizo un grupo de amigos, entre ellos el amor de su vida, Cristian
Camilo Angulo. Al cabo de un tiempo empezaron una relación, más que una amistad.
Juntos pasaron buenos ratos hasta que Mariana decidió ir a vivir a París. Pensó que allí podría progresar más y tener más oportunidades.
Una vez
en París, encontró un buen trabajo y un hogar donde vivir. Su casa era un pequeño apartamento cerca del río Sena, con dos habitaciones y un minúsculo comedor. Aun así le encantaba vivir ahí. Sorprendentemente
Cristian Camilo la fue a buscar para estar con ella y se instaló con ella en su apartamento . Al cabo de unos meses de
noviazgo, se casaron en París y tuvieron a su primera hija Rosmery Angulo. Por
primera vez, Mariana era feliz con la familia que había creado. Al año de tener
la niña, la madre de Cristian Camilo falleció y decidieron volver a Barcelona
para cuidar al padre del chico.
Regresar
a Barcelona no fue nada fácil. Les costó mucho tiempo encontrar un trabajo
digno que les permitiera vivir en buenas condiciones. Cristian Camilo se
refugió en la bebida y se pasaba todo el día fuera de casa. Mariana tenía que
ocuparse de todo: el trabajo, la casa, su hija y también de su suegro que cada
día estaba más enfermo. Tras superar varias crisis matrimoniales, la pareja
acabó separándose y el abuelo falleció. La pequeña Rosmery era la única alegría
de Mariana. Ella, con sus abrazos y sus besos conseguía levantar el ánimo de su
madre.
Al cabo
de los años Cristian Camilo rehízo su vida con otra mujer con la que tuvo tres
hijos. Pero Mariana en cambio, no tuvo ninguna relación más y se dedicó a
trabajar duramente y a educar a su hija. Rosmery conoció a un chico en la
universidad con el que tuvo gemelos. Dos niños llamados Mario y Fernando.
Mariana
nos contó que ha tenido una vida bastante difícil ya que siempre ha estado preocupada
por su familia y por su situación económica.
“No me
siento de Barcelona, aunque llevo tantos años viviendo aquí que no sé nunca qué
decir. Intento ir cada Navidad a Sucre para que mi nieta que vive aquí
pueda ver sus raíces. Volver a mi ciudad me produce una gran ternura y me
lleva a los años de mi infancia.
En estos
tiempos me siento bastante sola porque no tengo nadie a mi lado y mi hija ya ha
hecho su vida y no viene a verme muy a menudo.
Mi nieta siempre me dice: -Abuela, cuando tu vivías en Bolivia, a que juegos jugabas- y yo siempre le respondo -Yo no tenía juegos, yo jugaba en la calle y me lo pasaba muy bien. Cuando holle esa respuesta siempre se ríe y me regala uno de sus juegos que tiene, porque según ella nunca es tarde para volver a la infancia.
Mi nieta siempre me dice: -Abuela, cuando tu vivías en Bolivia, a que juegos jugabas- y yo siempre le respondo -Yo no tenía juegos, yo jugaba en la calle y me lo pasaba muy bien. Cuando holle esa respuesta siempre se ríe y me regala uno de sus juegos que tiene, porque según ella nunca es tarde para volver a la infancia.
Sólo
tengo un recuerdo del día que cogí el vuelo: se trata de un pequeño colgante
que me dio mi abuela paterna. Y aún cocino manjares tradicionales de Bolívia
como las Papas rellenas con queso.”
Estas son
declaraciones que nos hizo Mariana durante nuestra entrevista.
Actualmente
está trabajando de señora de la limpieza en casa de unos señores en la Vila
Olímpica, lo que le permite vivir en un pisito en el barrio del Raval
compartido con una amiga suya. Quiere pasar toda la vida en Barcelona, aunque
reconoce que la época más feliz de su vida fue cuando vivió en París.
Hecho por Luca Gennaro, Oriol Canals, Irene Rosselló y Paula Vidal
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