martes, 25 de noviembre de 2014

LA DECISIÓN DE MINHO


Minho era un joven de 16 años que vivía en Buenos Aires. Era chino y adoptado. Lo único que sabía de sus padres biológicos era que vivían en Italia y trabajaban como ejecutivos del Gobierno. Sus padres adoptivos le habían dicho que había sido dado en adopción porque la política de natalidad correspondiente en Italia era la de tener un solo hijo si pertenecías al Gobierno, para que dichos padres pudieran dedicarse plenamente a su trabajo. Él, sin embargo no creía que fuera del todo cierto, básicamente porque el que solía decirlo era su padre, con el que no solía llevarse muy bien, mientras su madre se quedaba callada mirando un punto perdido en el horizonte.
   Toda esta situación fue causada por la Tercera Guerra Mundial que cambió todo el sistema de funcionamiento del Gobierno creando uno que sirviera para todo el planeta. Gran parte de la humanidad tenía esperanzas de que con esta guerra se solucionaran los problemas entre países y culturas, pero no fue así. Al hacer uso de bombas nucleares y de hidrógeno el mundo quedó parcialmente destruido y los problemas entre países y culturas se incrementaron ya que las leyes diferenciaban entre cargos sociales y países de manera muy drástica.
   Políticos y científicos se reunieron y argumentaron la idea de vivir en otros planetas, un proyecto antiguo olvidado desde la guerra. Mientras unos aprobaron la idea otros la rechazaron. Minho estaba a favor de irse y su padre opinaba todo lo contrario. Si no era lo suficientemente difícil recuperarse de una gran guerra, ahora la sociedad se dividía en dos grandes grupos: los que querían irse y los que no. Por lo que un pequeño grupo de ejecutivos decidió hacer la prueba del viaje para convencer a la gente que estaba en contra y lograr evacuar a los que estaban a favor. Lo que Minho no sabía es que sus padres biológicos formaban parte de ese grupo de emprendedores osados de creencias abnegadas.
   Minho no sabía que hacer: si huir y unirse a los ovyiveros, viajeros del OVYI (Objeto Volador Ya Identificado), o quedarse con su madre adoptiva, la única que lo quería y lo comprendía. Mientras que Minho estaba lleno de dudas, el destino que no siempre es afable decidió por él. Su madre enfermó muy gravemente y al poco tiempo murió.
   Entonces Minho huyó de casa, pues no soportaba la idea de convivir solo con su padre. Corriendo por callejones oscuros y sucios se encontró a un perro perdido y lo llamó Alby. Este simpático animal le aporto seguridad, compañía y felicidad; cualidades que le fueron útiles en los tiempos oscuros que transcurrían.
   Al llegar la negra noche, mientras buscaba un lugar para refugiarse en las frías calles de la ciudad, notó que alguien lo seguía de cerca. Intentó despistarlo pero no lo consiguió. En una esquina notó una sombra sobre él y, de repente, todo se volvió oscuro.
 
-Aún no sabemos cuándo despertará- dice la voz de un hombre.
-¿Está muy gravemente herido?, -dice una voz femenina- ¿con que lo atacaste?
Una segunda voz masculina, mucho más grave que la primera, responde: -Simplemente lo golpeé fuertemente con un bate. ¡Ni que fuera de hierro, si no seguro que no despierta!
-Alberto, ¡por favor! ¡No seas tan insensible!- Exclama la mujer muy enojada. El hombre llamado Alberto debe haberse ofendido pues no ha dado respuesta.
   Escucho que la puerta se abre y oigo un par de pasos entrar, el amo al que pertenecen anuncia: -Deberíais iros, el paciente debe descansar.- Supongo que la persona que ha hablado es un médico ya que ha usado el término “paciente”, así que debo de estar en un hospital y lastimado de alguna forma. Las personas que hablaban también han mencionado algo semejante y un ataque. Ahora que me parece estar más consciente, empiezo a notar unas punzadas en el lado derecho de la cabeza, debe de ser donde me golpearon.
   La puerta se cierra. Abro los ojos y examino el lugar. Estoy en una habitación cuadrada, las paredes, el suelo y el techo son blancos al igual que el juego de sabanas que viste mi cama. Me veo reflejado en un espejo situado en la pared más próxima. Me levantó y voy hacia este. El espejo revela la imagen de un chico joven, asiático, alto y atlético. Tiene el pelo negro, liso y despeinado. Sus ojos son oscuros de un tono marrón. Va vestido con una bata blanca de ingresado. Me reconozco, mientras me miro al espejo veo que se acerca un cachorro dálmata, es Alby el perro que encontré en la calle.
   Poco a poco mis pensamientos se van ordenando y empiezo a recordar lo que qué ha pasado. Había huido de mi padre, estaba oscureciendo y un hombre que me seguía me golpeó. No sé si la gente que me ha traído aquí es buena o mala, ¿pertenecen al grupo a favor de abandonar la Tierra, o al de quedarse? Como no lo sé decido escaparme y emprender la búsqueda para llegar a Italia y reunirme con mis padres.
   Miro por la ventana, veo la ciudad de Buenos Aires con sus edificios destruidos como ya era común. Está saliendo el sol y parece haber llovido por la noche. No veo a nadie así que recojo mi ropa, situada al borde de mi cama, me visto y cojo a Alby. Abro la ventana y miro hacia abajo. Parece que he tenido suerte pues debo estar en el primer piso y en el suelo hay un arbusto. Abrazo fuertemente al cachorrito y me precipito al vacío. Aterrizo sin problemas, me levanto y echo a correr.
   Luego, paro para tomar aire y veo un trozo de papel escrito en el suelo, lo cojo y empiezo a leerlo. Después de unas líneas identifico el nombre de mis padres y me fijo en la fotografía. ¡Me parezco mucho a mi padre! La hoja, que ahora identifico como la parte de un periódico, explica que mis padres participarán en el proyecto del OVYI, así que guardo el papel, cambio de planes y me dirijo al ovyipuerto. Empiezo a seguir las pocas señales que aún siguen en pie e indican como llegar, cuando mi estómago empieza a suplicar. Palpo mis bolsillos en busca de dinero o algo envuelto que sea comestible. Encuentro unos caramelos y me los como. No sacian mi hambre pero por ahora bastará.
   Reanudo mi trayecto y no paro hasta llegar a mi destino. Hay una cola inmensa y temo no poder entrar. El tiempo va pasando lentamente y detrás de mí se va reuniendo más gente. El sol empieza a ponerse, reviso la hoja de periódico y me aseguro de la hora a la que van a partir. Dice que marcharan a las 19h. Me pongo nervioso porque falta poco para la salida y aún no he subido. Parece ser que hay problemas con alguien más adelante.
   La fila sigue decreciendo por delante y pronto llega mi turno. Me piden la documentación, pero como no la llevo pido que me identifiquen con el lector de huellas, una máquina que te reconoce mediante tu huella dactilar. Lo hacen y me dejan subir a bordo. Dentro me reciben un hombre y una mujer, altos, delgados y de cabellos oscuros. La mujer es europea y de rasgos mediterráneos mientras que el hombre, es de aspecto asiático, se me parece. Saco la hoja y compruebo la fotografía… Son las mismas personas, ¡mis padres!
   Llevado por la euforia y la emoción no puedo evitar preguntarles si son los señores Lee y cuando les digo que soy Minho, me reconocen. Mi madre se echa a llorar y todos nos fundimos en un fuerte abrazo. Me llevan con mi hermano Ki y mientras esperamos para despegar les narro mis aventuras. Alby mueve la colita, percibe mi alegría. Lo siento en mi regazo y me ato el cinturón.
   El OVYI despega. Al elevarse dejo atrás el planeta Tierra, donde millones de personas han vivido en otros tiempos mejores y me dirijo hacia un futuro incierto en el que habrá que empezar de nuevo. Aunque no sé qué me encontraré, ahora estoy con mi familia para afrontarlo todos unidos.

Natàlia Cortada, Júlia Vizcaino, Sabrina Gutiérrez y María Eugenia Bersztein.

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