Suena el despertador, mis ojos yertos se abren lentamente, miro al reloj y veo que indica las cinco de la mañana. Es verdad, es sábado, hoy me voy de pesca.
Con un poco de esfuerzo, me levanto. Me visto, preparo el equipaje y desayuno. Lo de siempre. Un adiós a mi madre y allá voy. En cuanto salgo, siento un frió glaciar
corriendo por el cauce de mis venas pero sigo adelante. Apreto la "Oyster" contra la máquina y se abren las puertas. Cargado, voy subiendo poco a poco. Como siempre, llega el tren en dos minutos. Me siento sabiendo que me espera un viaje duradero. Dirijo la mano hacia el bolsillo esperando encontrar mis casco pero como no, parce ser que los he dejado en casa. Miro al reloj, son las seis en punto. Parada tras parada y veo que el reloj ha avanzado pero solo unos cuantos minutos. Intento distraerme pensando en las tácticas que desempeñaría para poder coger una de esas bellas carpas que viven en el gran lago. Después haber estado en las nubes, creo que ya faltaría poco pero el reloj marca otra cosa, todavía queda una hora. Encima, hoy parece ser que me ha tocado aguantar la "hora punta" ya que en vagón tiene semejanza a la de una lata de sardinas, todos apretujados. La gente no para de hablar sobre la competencia, el dinero, los gastos, la ropa... verdaderamente, una sociedad consumista. ¡Que sensación de aburrimiento que siento!
"This is the last stop, please take all your belongings with you" dice la conductora a través de los altavoces. Salgo del vagón y respiro profundamente ya que el aire aquí es mucho mas limpio y por lo tanto, sano. Son las siete y media de la mañana y todavía sigue estando oscuro. Tras salir de la estación, me dirijo hacia la parada del 384. Veo que los minutos pasan y el autobús sigue sin asomarse. Aquí, el frió es mucho mayor, ya que siento como si el viento me estuviese dando torta tras torta. Empiezo a andar de aquí a allí, intentando que los segundos se pasasen con la mas rapidez posible. 35 largos minutos han pasado y por fin llega el autobús.
Bueno aquí estoy, sentado en mi silla esperando a que piquen las carpas. Las condiciones para la pesca de carpa son bastantes favorables, por la tanto, soy positivo.
Empieza a llover y me doy cuenta de que me lo dejé en casa. Sigo pescando a pesar de la lluvia. Es raro que ni siquiera un pez haya picado, me da la sensación que se va a hacer el día muy largo. La sensación de aburrimiento se apodera, no hay nada que hacer, ya me hecho la comida y he cebado. Lo único que se puede hacer es esperar oír la alarma sonar. El tiempo se me hace eterno, pienso en lo que mis amigos estarán haciendo... seguramente calentitos en su casa viendo la tele o en el ordenador. El sol sigue en el cielo, nada ha cambiado. Mis ojos se me están haciendo pesados, y sin darme cuenta me voy a dormir. Tras una buena media hora de haber estado durmiendo, me levanto y veo que mis cañas están blancas y me doy cuenta de que está nevando. En mi silla, observo como cada copito de nieve cae por intentar no sucumbir a aquella sensación. Las condiciones empeoran, sin energía y ganas, recojo mi equipaje y salgo del lago. Esta vez, el autobús no tarda. Ha llegado la parada y me bajo. Antes de entrar al metro, suspiro profundamente ya que otra vez, habrá que aguantar el pesado y largo viaje.
Por: Cesar Wang.