domingo, 20 de enero de 2013

Ese monstruo exquisito




Otra vez viajar en avión, siempre lo mismo, la misma rutina, encima me toca viajar sola, que aburrimiento, salgo del colegio voy por las calles de Londres, creo que llego un poco tarde no lo se tengo miedo de mirar el reloj y que vaya en contra mía, cojo el 52 una hora en bus me espera. Sigo en Nothing Hill, solo han pasado quince minutos , escucho música es lo único que me relaja, pero acaba cansando no tengo tantas canciones para cubrir una hora de viaje. Llego a Victoria miro el reloj y quedan dos horas antes de que salga mi vuelo, me relajo un poco, entro en el Gatwick Express, miro a la gente hablando con sus respectivos amigos, y yo allí , mirando a los demás, lo único que tengo es el teléfono pero nadie me habla y encima se me esta agotando la batería, vaya viaje me espera. Media hora en tren, la gente me empuja para poder salir el primero, llevo una maleta pequeña pero por lo que pesa parece una de las grandes. Cojo papeles meto papeles, miro al suelo pensando cuando podrá acabar esta tortura, todavía sigo por los controles de seguridad, subo maleta, cojo bandeja dejo abrigo, chaqueta, monedas. Lo único que espero es que no suene al pasar, lo consigo pero suena, lo que me faltaba estar otros cinco minutos allí esperando a que registren mi maleta y que me registren a mi, el cinturón, ese objeto que nos ponemos para que no se nos caigan los pantalones, que se esconde debajo de la camiseta que llevas, y no te das cuenta hasta que aquel aparato infernal suena. Acaban de registrarme, por fin he pasado todo lo malo, eso creo, llego a Gatwick me encuentro en medio de ese enorme aeropuerto con miles de personas, veo un asiento libre, me siento y saco mi bocata de la maleta, miro en las pantallas, veo que la puerta de mi vuelo está abierta, voy corriendo, quiero llegar una de las primeras para poder escoger el asiento que quiero. Y me vuelvo a encontrar allí entre cientos de personas en una cola tan larga que ni veo a las azafatas que están en la puerta para poder entrar en el avión, lo que me faltaba, ni poder coger asiento. Al fin llego, no me creo que tenga un pie dentro del avión, que simpática la azafata que esta al principio del avión me sonríe, miro como loca por todo el avión para poder coger el asiento que siempre he querido, ventanilla. Y cómo no, lo sabía, sabía que no podría encontrar un asiento que me gustase, y toca sentarme en el pasillo, no poder apoyarme en la ventana para poder dormir, un largo viaje lleno de promociones de cafés, revistas, autobuses.. Lo único que quiero es poder llegar a Madrid y dos horas más me quedan para poder lograr lo que quiero. Lo único que pienso es poder llegar sana y salva, pero no lo puedo remediar pienso durante todo el trayecto en las instrucciones que me han dado las azafatas al principio. Qué miedo me da esto de volar.

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