Acaba la
canción y espero. La sensación de que el tiempo se expande como si fuera una
goma o burbuja, se expande y empiezo a tener la sensación de que detrás de la
cortina me acecha, al acercarme ansiosamente compruebo su inexistencia, pero un
vistazo a la cocina y lo vislumbro, me apresuro e intento buscar algo que me
aleje de él, que me haga sentir viva como cuando estaba cantando el anterior
estribillo.
Mi mente se
convierte en una maquina de ideas y las palabras surgen de todos lados
atosigando mi mente, las aparto, tras considerarlas una por una, palabras que
me tele-transporten, imágenes que me hagan revivir, cualquier cosa que me aleje
de esa apabullante tortura que se acerca inminente, mi aburrimiento, que
intenta consumirme por dentro hasta dejarme vacía y carente del resto de
sensaciones. Me acerco a la nevera, como último recurso, pero continua ahí, mi aburrimiento
me observa, impaciente al no encontrar nada que me provoque interés, en ningún
sitio. Incluso mi cuarto, antaño el sitio donde todas las cosas fluían y eran
barrera para el tedio, ahora esa barrera se muestra roída y atravesada por
este.
Me absorbe
lentamente, cual veneno mortal, creyendo que no noto su presencia, pero la
tengo ahí presente, reconcomiéndome poco a poro ,los brazos se vuelven bloques
de piedra, y las piernas, columnas romanas, indestructiblemente fuertes e inmóviles,
la mente, del mismo modo, se me tranquiliza, y noto que ya es demasiado tarde
para cualquier tipo de intervención, he perdido la batalla entre mi
propio hastío y yo, oigo unos acordes que resuenan, y un par de golpes de batería,
la siguiente canción comienza, y todo mi cuerpo recibe la energía perdida hace
escasos segundos, mi propio monstruo
exquisito me había torturado cambiando segundos por horas en mi mente, ese
monstruo que aprovechó los dos segundos entre canción y canción para convertir
mi mente en una bomba de relojería…Ese monstruo….
Relato muy interesante, muy bien construido.
ResponderEliminar