Sonó el despertador a las
siete en punto, como cada mañana. Despegó sus labios y exclamó "Ya va", sabía que estaba solo, que nadie le llamaba, pèro era su manera de demostrar que la soledad le dolía. Se desperezó tumbado en la cama
observando a su alrededor, todo seguía igual, nada había cambiado. Cómo odiaba esa delsilusión matutina al ver que aún seguía viviendo
la misma triste vida, en su triste piso Aquella casa, ese diminuto
piso, si se le podía llamar piso a ese cuchitril de mala muerte
situado encima de aquel maloliente burdel al que solo acudían cuatro
vagabundos borrachos en busca de un poco de calor, de cariño. Como
detestaba también su habitación, con esas paredes desconchadas y
esas cortinas roídas llenas de hollín, curioso como había llegado
hasta allí, porque chimnea no había: A saber como habia amueblado
el piso su casero.
Como cada mañana se fue a
lavar la cara, para olvidarse de la desilusión de seguir en este
mundo, en esta vida. Se miró en el espejo, y siguió insistiendo con
esa mancha, día tras día intentaba limpiar lo que él creía que
era vaho. Mientras pensaba cómo le gustaría que algún día todo
eso cambiara, que algún dia durmiese en un colchón mudo, con una
almohada de plumas; tener una casa de colores uniformes, no le
importaba cuales fueran, incluso podrían ser negras, de hecho lo
prefería; se sentía tan identificado con ese color, toda la vida
acompañandole. Ojalá enla hora del sudoku en vez de oírse ratas
correteando por allí se oyese a sus hijos jugando mientras su mujer
cocinaba un jugoso estofado.
Terminó de asearse y se
dispuso a macharse, a ganarse el pan, para poder seguir viviendo, mas
bien para poder seguir soñando, porque aquello no era vida.
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