Juan se despertó a las 7.30 como todos los días para ir al
colegio, era lunes, odiaba los lunes, odiaba ir al colegio. Su madre lo animaba
cada mañana y no comprendía porque no le gustaba ir al colegio, Juan nunca quería
hablar con su madre de ese tema. Simplemente le decía que no le gustaba
estudiar, pero eso no era verdad. El verdadero motivo de su desanimo cada
mañana para ir al colegio era que no tenía amigos y a los pocos que consideraba
como amigos se burlaban y se aprovechaban
de él. Le quitaban el almuerzo, no le dejaban jugar con ellos y solo lo querían
para que les hiciera favores. Juan no podía hacer nada porque era los únicos “amigos”
que tenía y prefería eso antes que estar solo. Una mañana su madre no pudo más y le dijo que debía contarle lo que le pasaba porque
ella solo lo quería ayudar, pero a él le daba mucha vergüenza contárselo a su
madre. Sin embargo sabía que no podría aguantar esa situación durante más
tiempo y decidió contarle lo que le sucedía. Esa misma mañana su madre fue al
colegio con y hablo con su profesora para que remediara la injusta situación que
estaba viviendo su hijo. Por supuesto, la profesora no tenía ni idea de lo que
estaba pasando con Juan pero se arregló fácilmente. La profesora tuvo una
charla con los demás alumnos y a partir de ese día Juan fue tratado como merecía,
pero también aprendió que debía confiar en sus padres y profesores para
contarles los problemas que tuviera.
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